10 junio 2011

Sobre el abandono del campo en Hispania

Por: Héctor Alonso Álvarez Vélez
Luis Fernando Álvarez Vélez
Carlos Mario Cortés


El presente hace parte de una serie de documentos que describen las problemáticas del sector rural en el municipio de Hispania. En el primero de ellos, titulado "El Turismo en Hispania. ¿Alternativa o Amenaza?", se analizó el impacto que sobre la producción agropecuaria y la vida campesina está teniendo el cambio del uso del suelo como consecuencia de la proliferación de las fincas de recreo; en el segundo, "El problema rural en Hispania", se planteó la necesidad de desarrollar programas de educación pertinentes para el contexto rural, como única manera de reforzar la identidad campesina y ayudar a que los pobladores consoliden sus capacidades para abordar los desafíos que se les presentan actualmente. En este último se resalta el papel de los jóvenes rurales y sus motivaciones, pues en manos de ellos está la permanencia de la familia campesina en las veredas.    


Debemos decir en primer lugar que el abandono del campo no implica únicamente que las familias se vengan a vivir por diferentes motivos de nuestras veredas a la cabecera municipal de Hispania. Se trata de un fenómeno social en el que todos queremos ir lo más lejos posible desde la periferia (es decir la vereda) hacia el centro del sistema (digamos Medellín o más allá), y no sólo en sentido geográfico, sino en los círculos de la sociedad. Es esa la aspiración del joven campesino, el bachiller del pueblo, el joven maestro, el policía y hasta el médico que hace su año rural. Todos estamos influenciados por un modelo de desarrollo que es altamente centralista y todos contribuimos de alguna forma a la consolidación de ese modelo.


Para los jóvenes, la aspiración de salir de la vereda es legítima porque bajo las condiciones actuales las mayores carencias, por lo menos en aspectos materiales, están en el campo; de allí la necesidad de superar las injusticias que se tienen en la relación centro-periferia, por lo menos en lo que a nuestro municipio respecta.  


En los jóvenes está la clave para revertir estas tendencias. Mientras ellos no tengan esperanzas de vida digna en las veredas el abandono del campo es inevitable. Los jóvenes necesitan ofertas educativas y culturales, recreación, una ocupación bien remunerada y muchas otras condiciones para su desarrollo material y espiritual. El papel del estado local es básico para construir estas condiciones; pero el estado se queda corto ante la complejidad del problema. Un ejemplo basta para ilustrar esto último:


Todos en Hispania conocemos el caso de los “Bolivianos”; el éxito que ha tenido esta familia al pasar en pocos años de un estado de pobreza extrema a ser actualmente unos de los más grandes empresarios del campo no puede explicarse como consecuencia de haber tenido acceso a programas de educación, apoyos del gobierno o cosas por el estilo. Ellos no tuvieron esas cosas pero tuvieron algo de mayor importancia que difícilmente se puede enseñar o entregar con un programa de asistencia: se llama “voluntad de poder”; es esa capacidad que tiene el ser humano para cambiar si vida mediante la toma de decisiones y el ejercicio de la voluntad, capacidad que en diferentes aspectos de la vida muchos no desarrollamos adecuadamente.


El éxito de los “Bolivianos”, como es bien sabidos por todos, se explica como consecuencia de muchos años dedicados al trabajo duro, organizado y disciplinado y a una planeación minuciosa de los gastos y las inversiones que realizan, bajo principios de austeridad e igualdad entre la asociación que han creado los hermanos y sus familias. Llama la atención especialmente que quienes han sido más destacados como impulsores de su forma de trabajo y organización son los hermanos más jóvenes. 


No decimos necesariamente que esta familia es el modelo a seguir, pero si sabemos que hay mucho en su historia familiar para aprender; es una historia tan conmovedora como apasionante.


El ejemplo refuerza nuestra convicción de que, además de tener las condiciones apropiadas para el desarrollo del campo, se necesita sobre todo la fuerte iniciativa personal y familiar que surge de la esperanza y el deseo de superación, especialmente de los jóvenes. Sin eso no pasará nada; las acciones del estado y la sociedad civil organizada no lograrán mucho si se ve a los campesinos como simples receptores de ayudas o si ellos se ven a sí mismos como tales. Es necesario comenzar a ver al campesino especialmente desde sus potencialidades.


Es necesario generar, claro está, las condiciones para que la iniciativa, la esperanza y la voluntad encuentren menos obstáculos. Algunas de las condiciones básicas que se requieren son la organización del uso del suelo, mediante el Plan de Ordenamiento Territorial, el desestímulo a los monocultivos, el estímulo a la producción local de los alimentos y manufacturas que ahora se traen de otras regiones, el desarrollo de programas de educación rural apropiados, la oferta de servicios de salud, recreación y expresión cultural, la capacitación técnica al campesino para que mejore la producción y le agregue valor, el fomento a la organización de productores y consumidores para impulsar un comercio más justo y la construcción de climas de confianza y unidad. 


Algunos de estos aspectos se han tratado ya en documentos previos. Entre los más relevantes que no se han considerado de manera específica están la producción local de alimentos y manufacturas y la organización para la producción y para el consumo, cosas que por cierto están íntimamente ligadas. 


La producción local nunca podrá desarrollarse mientras no se tengan grupos de productores que planeen sistemáticamente lo que va a llevarse al mercado en cada época del año, y grupos de consumidores responsables que estén dispuestos a estimular la compra de lo propio.


Se trata de artículos de consumo masivo y cuyo proceso productivo no tiene mayor complejidad y no requiere grandes inversiones o tecnología de punta, tales como los alimentos primarios y trasformados y las manufacturas. Las experiencias que se tienen en el país en esta materia han mostrado que los centros de acopio no son tan efectivos como la articulación de organizaciones de productores y consumidores. Sin organizaciones, los individuos tienden a perpetuar la anarquía característica de nuestra economía de mercado; los centros de acopio no pasan de ser especies de museos del romanticismo de la economía solidaria.  


Las organizaciones de consumidores generan el ambiente propicio para que sectores crecientes de la población se inclinen por comprar a la gente del pueblo, sean vendidos sus productos en centros de acopio, en tiendas convencionales o llevada a sus domicilios. Las asociaciones de productores planean de acuerdo a una demanda y un precio de sustentación que establecen con las organizaciones de consumidores y evalúan con ellos mismos la calidad del producto y la necesidad de otros nuevos.   


No es casualidad que toda solución a los problemas colectivos necesite abordarse también en forma colectiva. Es por eso que hemos dicho recientemente que una de las mayores limitaciones en Hispania es la debilidad de nuestras organizaciones. 

El círculo de estudio es quizá la expresión máxima de la organización local porque su propósito es la generación colectiva de conocimiento.

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